QUEREMOS ANIMARTE A LA LECTURA DE LOS LIBROS QUE PROPONEMOS MENSUALMENTE Y A QUE PARTICIPES EN ESTE BLOG, QUE SE HACE PARA PROMOVER LA CULTURA, LA CREATIVIDAD, LA SENSIBILIDAD, LA REFLEXIÓN Y EL ESPÍRITU CRÍTICO.

DECÁLOGO PARA ESCRIBIR MICROCUENTOS

1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.

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EXPOSICIÓN ALFONSO REYES

La Asociación Literaria Palabras en el Tintero, visitará el próximo sábado 19 de mayo, la exposición: Alfonso Reyes. El sendero entre la vida y la ficción, en el Instituto Cervantes; C/Alcalá, 49. Madrid. Sigue leyendo...
Si estás interesado, mándanos un e-mail a palabrastintero@terra.es

Alfonso Reyes, uno de los intelectuales más destacados del siglo XX, mexicano y reconocido ciudadano del humanismo universal, es símbolo del ímpetu creativo. Editor, investigador, articulista, crítico literario, poeta, narrador y ensayista, siempre junto a los principales talentos peninsulares de la época. Desarrolló una ingente labor literaria, periodística y erudita al lado de figuras de la talla de José Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Manuel Azaña, Ramón Menéndez Pidal, Azorín, Enrique Díez-Canedo, Ramón María del Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Federico de Onís...

En Reyes palpitan profundas raíces mexicanas fusionadas con el agudo conocimiento de los mundos americano y europeo y, en particular, de una cultura española de enorme riqueza, vivida desde siempre como propia.

Tendrá un contacto continuo con el mundo que le rodea, gracias a su trabajo como diplomático en numerosas embajadas y distintos países: en París, mantendrá contactos con Jules Supervielle, Paul Valéry, Paul Morand, Valéry Larbaud, entre otros; en Argentina, Henríquez Ureña, Anderson Imbert, Cremieux, Michaud, Ungaretti y Romains, entre otros; en Brasil, Cecilia Meireles y Manuel Bandeira, así como con Foujita, quien, de paso por Sudamérica, realizará retratos de la familia Reyes. Y tantos otros países y regiones del mundo, logrando obtener una imagen real de la vida intelectual de su tiempo.

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PRESENTACIÓN NOVELA "LA RELIQUIA", DE FRANCISCO ANGULO. CIÑE


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CRÓNICA DE UNA MUERTE NO ANUNCIADA

En España, el periódico nos lleva acompañando a diario desde el 1 de febrero de 1758, fecha en la que apareció el Diario de Madrid, de mano de Mariano Nipho, y con ello fuimos uno de los primeros países europeos.

Ahora, tres siglos después, el reto está en la renovación de este medio de comunicación, que ya ha sufrido muchos cambios desde entonces, sobre todo, y el más importante en esta era digital, es el de las versiones electrónicas a través de Internet. A los que ya existían, no les ha quedado más remedio que incorporarse y otros han aprovechado la ocasión, dada las ventajas que posee este gran canal de comunicación, para lanzarse y estar presentes en la web. Porque el lema actual sería: ¡Estoy en Internet, luego existo! Como sabemos todos, Internet mueve mucho dinero a través de la publicidad, y los diarios digitales son una apuesta segura. Aparte del gran beneficio que nos ofrece: la inmediatez. Este es uno de los problemas con los que tiene que competir el diario escrito. En la red tenemos la noticia al momento casi de producirse, mientras que el periódico convencional tiene que pasar por las rotativas y no nos llegará la información hasta el día siguiente. También tiene que competir con la prensa gratuita, que nos ofrece prácticamente la misma información, aunque en muchos casos peor tratada, pero te la ofrecen sin nada a cambio.

Llegados a este punto ¿Estamos ante la muerte anunciada de los periódicos impresos? Como dijo Kapuscinski “los modos de expresión humana se hacen más y más diversos, pero no por eso se liquidan entre sí. Al contrario, creo que se apoyan”. Efectivamente, la televisión no terminó con la radio, ni Internet acabará con el papel. No obstante, estamos en un mundo globalizado, donde se genera cada vez más información, y no por eso tenemos más conocimiento de lo que pasa a nuestro alrededor. Creo que la prensa escrita va camino de que periodistas especializados, nos ayuden a entender mejor el mundo y no sólo a soltarnos la información como lo pueden hacer tantos otros, entonces tendrá sentido que paguemos por ello. ¿Cuáles serán los diarios pioneros en esta transformación?
Nessa. ©
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TARDE DE CINE Y TERTULIA CON VIRGINIA WOOLF

CON MOTIVO DE LA FERIA DEL LIBRO DE FUENLABRADA, LA ASOCIACIÓN LITERARIA PALABRAS EN EL TINTERO, TE INVITA A LA PROYECCIÓN DE LA PELÍCULA “LAS HORAS”, QUE TRATA ENTRE OTRAS LA VIDA DE LA ESCRITORA VIRGINIA WOOLF. DESPUÉS, SE LLEVARÁ A CABO UNA TERTULIA LITERARIA, SOBRE ESTA GENIAL NOVELISTA INGLESA NACIDA EN 1882.


VÍDEO PELÍCULA "LAS HORAS"




¿HACIA DÓNDE VAMOS?

Escrito en relación a la entrevista de Jeremy Jackson. La 'estrella de rock' de los mares, publicada en El País.

Leí la entrevista de Jeremy Jackson: atento, sin prisa, sin pausa. Al igual que otras noticias de importancia similar, provocaron en mí pensamientos que volaron acompañados de inseguridad, y me posicioné en el lugar que me toca en este mundo de “locos”. Con “locos”, me refiero a personas que preparan las maletas de sus generaciones venideras, dejando atrás nuestro hogar, para ocupar otro planeta que soporte nuestro trato, y así sucesivamente, hasta agotar el Universo. Soy un chaval de treinta años, no sé de ciencias ni letras, pero entiendo las palabras, las acciones… Cuando hago planes de futuro, procuro que sean a corto plazo. Las noticias nacionales e internacionales las dosifico, para que no me dañen demasiado. ¡Cómo alejarme más en mis planes, cuando vivo en un mundo en el que el futuro no quiere existir! ¿Llegaremos a consumir algún día el significado de la palabra vida? Espero que no. Confío en degustar un pincho de medusa en el bar del barrio, acompañado de gente querida, y recordar con risas esta época confusa y descontrolada.
El Truhán Rondante. ©

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TERTULIA LITERARIA DE ACTUALIDAD DEL MES DE MAYO

En nuestra tertulia literaria de actualidad del presente mes de mayo, se generó un intenso y ameno coloquio alrededor de la noticia de Mario Vargas Llosa y la importancia de la literatura. Donde el escritor peruano declara que "leer no es sólo una forma de entretenimiento, sino un instrumento para hacer a las personas más inquietas y críticas respecto al mundo que las rodea..."

También estuvimos charlando sobre las 33 razones y más para leer, que te adjuntamos más abajo. Seguro que encuentras en muchas de ellas tus pensamientos.

Además, comentamos las noticias sobre el Premio Nobel de Literatura, Gao Xingjian, defensor de la libertad del individuo frente al poder y las ideologías. Te adjuntamos una entrevista. Y el premio Alfaguara obtenido por Mira si yo te querré de Luis Leante. Siendo curioso el análisis minucioso que hace de la novela Ricardo Senabre de El Cultural, indica que "no es una gran novela: el viaje de Montse no está suficientemente justificado, en la historia de Santiago hay muchas inconsistencias, el final abrupto no responde a los esfuerzos y penalidades de la búsqueda... Pero es una novela digna, sin tópicos chirriantes, contada con un lenguaje que es simple instrumento..."

No pasó desapercibida la publicación de Los paseados con Lorca, del periodista granadino Francisco Vigueras, que nos acerca la vida de las tres personas fusiladas junto a Federico García Lorca.

Te adjuntamos los enlaces para que puedas leer todas las noticias que tratamos:


ESTÁS INVITADO A PARTICIPAR EN LAS TERTULIAS LITERARIAS DE ACTUALIDAD QUE PALABRAS EN EL TINTERO LLEVA A CABO EL PRIMER VIERNES DE CADA MES.

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POR QUÉ ESCRIBO. GEORGE ORWELL

Aquí os dejo una aportación para "Miscelánea de Palabras", espero que os sea de utilidad. Cenit.

Desde muy corta edad, quizá desde los cinco o seis años, supe que cuando fuese mayor sería escritor. Entre los diecisiete a los veinticuatro años traté de abandonar ese propósito, pero lo hacía dándome cuenta de que con ello traicionaba mi verdadera naturaleza y que tarde o temprano habría de ponerme a escribir libros. Sigue leyendo...

Era yo el segundo de tres hermanos, pero me separaban de cada uno de los dos cinco años, y apenas vi a mi padre hasta que tuve ocho. Por ésta y otras razones me hallaba solitario, y pronto fui adquiriendo desagradables hábitos que me hicieron impopular en mis años escolares. Tenía la costumbre de chiquillo solitario de inventar historias y sostener conversaciones con personas imaginarias, y creo que desde el principio se mezclaron mis ambiciones literarias con la sensación de estar aislado y de ser menospreciado. Sabía que las palabras se me daban bien, así como que podía enfrentarme con hechos desagradables creándome una especie de mundo privado en el que podía obtener ventajas a cambio de mi fracaso en la vida cotidiana. Sin embargo, el volumen de escritos serios, es decir, realizados con intención seria, que produje en toda mi niñez y en mis años adolescentes, no llegó a una docena de páginas. Escribí mi primer poema a la edad de cuatro o cinco años (se lo dicté a mi madre). Tan sólo recuerdo de esa "creación" que trataba de un tigre y que el tigre tenía "dientes como de carne", frase bastante buena, aunque imagino que el poema sería un plagio de "Tigre, tigre", de Blake. A mis once años, cuando estalló la guerra de 1914-1918, escribí un poema patriótico que publicó el periódico local, lo mismo que otro, de dos años después, sobre la muerte de Kitchener. De vez en cuando, cuando ya era un poco mayor, escribí malos e inacabados "poemas de la naturaleza" en estilo georgiano. También, unas dos veces, intenté escribir una novela corta que fue un impresionante fracaso. Ésa fue toda la obra con aspiraciones que pasé al papel durante todos aquellos años.

Sin embargo, en ese tiempo me lancé de algún modo a las actividades literarias. Por lo pronto, con material de encargo que produje con facilidad, rapidez y sin que me gustara mucho. Aparte de los ejercicios escolares, escribí vers d'occasion, poemas semicómicos que me salían en lo que me parece ahora una asombrosa velocidad -a los catorce escribí toda una obra teatral rimada, una imitación de Aristófanes, en una semana aproximadamente- y ayudé en la redacción de revistas escolares, tanto en los manuscritos como en la impresión. Esas revistas eran de lo más lamentablemente burlesco que pueda imaginarse, y me molestaba menos en ellas de lo que ahora haría en el más barato periodismo. Pero junto a todo esto, durante quince años o más, llevé a cabo un ejercicio literario: ir imaginando una "historia" continua de mí mismo, una especie de diario que sólo existía en la mente. Creo que ésta es una costumbre en los niños y adolescentes. Siendo todavía muy pequeño, me figuraba que era, por ejemplo, Robin Hood, y me representaba a mí mismo como héroe de emocionantes aventuras, pero pronto dejó mi "narración" de ser groseramente narcisista y se hizo cada vez más la descripción de lo que yo estaba haciendo y de las cosas que veía. Durante algunos minutos fluían por mi cabeza cosas como estas: "Empujo la puerta y entró en la habitación. Un rayo amarillo de luz solar, filtrándose por las cortinas de muselina, caía sobre la mesa, donde una caja de fósforos, medio abierta, estaba junto al tintero. Con la mano derecha en el bolsillo, avanzó hacia la ventana. Abajo, en la calle, un gato con piel de concha perseguía una hoja seca", etc., etc. Este hábito continuó hasta que tuve unos veinticinco años, cuando ya entré en mis años no literarios. Aunque tenía que buscar, y buscaba las palabras adecuadas, daba la impresión de estar haciendo contra mi voluntad ese esfuerzo descriptivo bajo una especie de coacción que me llegaba del exterior. Supongo que la "narración" reflejaría los estilos de los varios escritores que admiré en diferentes edades, pero recuerdo que siempre tuve la misma meticulosa calidad descriptiva.

Cuando tuve unos dieciséis años descubrí de repente la alegría de las palabras; por ejemplo, los sonidos v las asociaciones de palabras. Unos versos de Paraíso perdido, que ahora no me parecen tan maravillosos, me producían escalofríos. En cuanto a la necesidad de describir cosas, ya sabía a qué atenerme. Así, está claro qué clase de libros quería yo escribir, si puede decirse que entonces deseara yo escribir libros. Lo que más me apetecía era escribir enormes novelas naturalistas con final desgraciado, llenas de detalladas descripciones y símiles impresionantes, y también llenas de trozos brillantes en los cuales serían utilizadas las Palabras, en parte, por su sonido. Y la verdad es que la primera novela que llegué a terminar, Días de Birmania, escrita a mis treinta años pero que había proyectado mucho antes, es más bien esa clase de libro.

Doy toda esta información de fondo porque no creo que se puedan captar los motivos de un escritor sin saber antes su desarrollo al principio. Sus temas estarán determinados por la época en que vive -por lo menos esto es cierto en tiempos tumultuosos y revolucionarios como el nuestro-, pero antes de empezar a escribir habrá adquirido una actitud emotiva de la que nunca se librará por completo. Su tarea, sin duda, consistirá en disciplinar su temperamento y evitar atascarse en una edad inmadura, o en algún perverso estado de ánimo: pero si escapa de todas sus primeras influencias, habrá matado su impulso de escribir. Dejando aparte la necesidad de ganarse la vida, creo que hay cuatro grandes motivos para escribir, por lo menos para escribir prosa. Existen en diverso grado en cada escritor, y concretamente en cada uno de ellos varían las proporciones de vez en cuando, según el ambiente en que vive. Son estos motivos:

1. El egoísmo agudo. Deseo de parecer listo, de que hablen de uno, de ser recordado después de la muerte, resarcirse de los mayores que lo despreciaron a uno en la infancia, etc., etc. Es una falsedad pretender que no es éste un motivo de gran importancia. Los escritores comparten esta característica con los científicos, artistas, políticos, abogados, militares, negociantes de gran éxito, o sea con la capa superior de la humanidad. La gran masa de los seres humanos no es intensamente egoísta.
Después de los treinta años de edad abandonan la ambición individual -muchos casi pierden incluso la impresión de ser individuos y viven principalmente para otros, o sencillamente los ahoga el trabajo. Pero también está la minoría de los bien dotados, los voluntariosos decididos a vivir su propia vida hasta el final, y los escritores pertenecen a esta clase. Habría que decir los escritores serios, que suelen ser más vanos y egoístas que los periodistas, aunque menos interesados por el dinero.

2. Entusiasmo estético. Percepción de la belleza en el mundo externo o, por otra parte. en las palabras y su acertada combinación. Placer en el impacto de un sonido sobre otro, en la firmeza de la buena prosa o el ritmo de un buen relato. Deseo de compartir una experiencia que uno cree valiosa y que no debería perderse. El motivo estético es muy débil en muchísimos escritores, pero incluso un panfletario o el autor de libros de texto tendrá palabras y frases mimadas que le atraerán por razones no utilitarias; o puede darle especial importancia a la tipografía, la anchura de los márgenes, etc. Ningún libro que esté por encima del nivel de una guía de ferrocarriles estará completamente libre de consideraciones estéticas.

3. Impulso histórico. Deseo de ver las cosas como son para hallar los hechos verdaderos y almacenarlos para la posteridad.

4. Propósito político, y empleo la palabra "político" en el sentido más amplio posible. Deseo de empujar al mundo en cierta dirección, de alterar la idea que tienen los demás sobre la clase de sociedad que deberían esforzarse en conseguir. Insisto en que ningún libro está libre de matiz político. La opinión de que el arte no debe tener nada que ver con la política ya es en sí misma una actitud política.

Puede verse ahora cómo estos varios impulsos luchan unos contra otros y cómo fluctúan de una persona a otra y de una a otra época. Por naturaleza -tomando "naturaleza" como el estado al que se llega cuando se empieza a ser adulto- soy una persona en la que los tres primeros motivos pesan más que el cuarto. En una época pacífica podría haber escrito libros ornamentales o simplemente descriptivos y casi no habría tenido en cuenta mis lealtades políticas. Pero me he visto obligado a convertirme en una especie de panfletista. Primero estuve cinco años en una profesión que no me sentaba bien (la Policía Imperial India, en Birmania), y luego pasé pobreza y tuve la impresión de haber fracasado. Esto aumentó mi aversión natural contra la autoridad y me hizo darme cuenta por primera vez de la existencia de las clases trabajadoras, así como mi tarea en Birmania me había hecho entender algo de la naturaleza del imperialismo: pero estas experiencias no fueron suficientes para proporcionarme una orientación política exacta. Luego llegaron Hitler, la guerra civil española, etc.

Éstos y otros acontecimientos de 1936-1937 habían de hacerme ver claramente dónde estaba. Cada línea seria que he escrito desde 1936 lo ha sido, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático, tal como yo lo entiendo. Me parece una tontería, en un periodo como el nuestro, creer que puede uno evitar escribir sobre esos temas. Todos escriben sobre ellos de un modo u otro. Es sencillamente cuestión del bando que uno toma y de cómo se entra en él. Y cuanto más consciente es uno de su propia tendencia política, más probabilidades tiene de actuar políticamente sin sacrificar la propia integridad estética e intelectual.

Lo que más he querido hacer durante los diez años pasados es convertir los escritos políticos en un arte. Mi punto de partida siempre es de partidismo contra la injusticia. Cuando me siento a escribir un libro no me digo: "Voy a hacer un libro de arte". Escribo porque hay alguna mentira que quiero dejar al descubierto, algún hecho sobre el que deseo llamar la atención. Y mi preocupación inicial es lograr que me oigan. Pero no podría realizar la tarea de escribir un libro, ni siquiera un largo artículo de revista, si no fuera también una experiencia estética. El que repase mi obra verá que aunque es propaganda directa contiene mucho de lo que un político profesional consideraría inmaterial. No soy capaz, ni me apetece, de abandonar por completo la visión del mundo que adquirí en mi infancia. Mientras siga vivo y con buena salud seguiré concediéndole mucha importancia al estilo en prosa, amando la superficie de la Tierra. Y complaciéndome en objetos sólidos y trozos de información inútil. De nada me serviría intentar suprimir ese aspecto mío. Mi tarea consiste en reconciliar mis arraigados gustos y aversiones con las actividades públicas, no individuales, que esta época nos obliga a todos a realizar.

No es fácil. Suscita problemas de construcción y de lenguaje e implica de un modo nuevo el problema de la veracidad. He aquí un ejemplo de la clase de dificultad que surge. Mi libro sobre la guerra civil española, Homenaje a Cataluña, es, desde luego, un libro decididamente político, pero está escrito en su mayor parte con cierta atención a la forma y bastante objetividad. Procuré decir en él toda la verdad sin violentar mi instinto literario. Pero entre otras cosas contiene un largo capítulo lleno de citas de periódicos y cosas así, defendiendo a los trotskistas acusados de conspirar con Franco. Indudablemente, ese capítulo, que después de un año o dos perdería su interés para cualquier lector corriente, tenía que estropear el libro. Un crítico al que respeto me reprendió por esas páginas: "¿Por qué ha metido usted todo eso?", me dijo. "Ha convertido lo que podía haber sido un buen libro en periodismo." Lo que decía era verdad, pero tuve que hacerlo. Yo sabía que muy poca gente en Inglaterra había podido enterarse de que hombres inocentes estaban siendo falsamente acusados. Y si esto no me hubiera irritado, nunca habría escrito el libro.

De una u otra forma este problema vuelve a presentarse. El problema del lenguaje es más sutil y llevaría más tiempo discutirlo. Sólo diré que en los últimos años he tratado de escribir menos pintorescamente y con más exactitud. En todo caso, descubro que cuando ha perfeccionado uno su estilo, ya ha entrado en otra fase estilística. Rebelión en la granja fue el primer libro en el que traté, con plena conciencia de lo que estaba haciendo, de fundir el propósito político y el artístico. No he escrito una novela desde hace siete años, aunque espero escribir otra enseguida.

Seguramente será un fracaso -todo libro lo es-, pero sé con cierta claridad qué clase de libro quiero escribir.

Mirando la última página, o las dos últimas, veo que he hecho parecer que mis motivos al escribir han estado inspirados sólo por el espíritu público. No quiero dejar que esa impresión sea la última. Todos los escritores son vanidosos, egoístas y perezosos, y en el mismo fondo de sus motivos hay un misterio. Escribir un libro es una lucha horrible y agotadora, como una larga y penosa enfermedad. Nunca debería uno emprender esa tarea si no le impulsara algún demonio al que no se puede resistir y comprender. Por lo que uno sabe, ese demonio es sencillamente el mismo instinto que hace a un bebé lloriquear para llamar la atención. Y, sin embargo, es también cierto que nada legible puede escribir uno si no lucha constantemente por borrar la propia personalidad. La buena prosa es como un cristal de ventana. No puedo decir con certeza cuál de mis motivos es el más fuerte, pero sé cuáles de ellos merecen ser seguidos. Y volviendo la vista a lo que llevo escrito hasta ahora, veo que cuando me ha faltado un propósito político es invariablemente cuando he escrito libros sin vida y me he visto traicionado al escribir trozos llenos de fuegos artificiales, frases sin sentido, adjetivos decorativos y, en general, tonterías. George Orwell.

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MISCELÁNEA DE PALABRAS

misceláneo, a. (Del lat. miscellanĕus).

1. adj. Mixto, vario, compuesto de cosas distintas o de géneros diferentes.
2. f. Mezcla, unión de unas cosas con otras.
3. f. Obra o escrito en que se tratan muchas materias inconexas y mezcladas.
4. f. Col., Méx. y Pan. Tienda pequeña de esquina.


Cualquiera de las cuatro acepciones valdrían para este nuevo apartado de Palabras en el Tintero.

Entre todos, crearemos "Miscelánea de Palabras", un espacio en el que se incluyan contenidos relacionados con la literatura, cuyo único vínculo sea la expresión. Una composición de: frases, poemas, pensamientos, ideas... donde puedan escucharse todas las voces.

Quizás, la acepción mas literaria, es esa tienda pequeña de la esquina. Que al abrir la puerta y entrar, con el sonido de una campanilla, percibamos que estamos en un lugar mágico, un lugar donde sea posible encontrar un mundo distinto, a través del conocimiento. Territorio al que recurrir para: enriquecernos de las ideas, expresadas con las palabras que estábamos buscando; pensamientos, que nos iluminen el día; enseñanzas, que nos ayuden a seguir un paso más allá; opiniones de escritores, que nos aporten soluciones a un problema, cuando no sepamos cómo continuar un escrito; comentarios de libros y recomendaciones de lecturas, donde poder encontrar la figura del librero tan invisible en estos días; y tantas buenas ideas que nos permitan descubrir el fabuloso mundo de la literatura.

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VÍDEO VIRGINIA WOOLF

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LIBRO DE MAYO: "LAS OLAS"

El viernes 1 de junio, haremos una tertulia sobre "Las olas". Te animamos a leer esta gran novela de Virginia Woolf, que fue publicada en 1931 y está considerada como una de las obras capitales del siglo XX. !Estás invitado a participar! Ven al salón de té Pokhara. C/ Pozuelo, 14. Fuenlabrada.

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AUTORA DE MAYO: VIRGINIA WOOLF

En el 125 aniversario del nacimiento de Virginia Woolf, queremos dedicar el mes de mayo al conocimiento de la vida y obra de esta genial novelista inglesa nacida en 1882. Pásate los viernes a las 18 h. por el salón de te Pokhara y descúbrela con nosotros.


VÍDEO VIRGINIA WOOLF


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