A través de la ventana
recogen las pupilas un paisaje inédito,
aunque atrae a la mente retazos de antaño
que se pierden entre las brumas,
en el insondable pozo del tiempo.
Sentir el roce de tu esencia,
el choque de las miradas
sobre los acantilados de la pasión
en un instante inmemorial,
en un esbozo raído por el discurrir
frenético de varias vidas.
Ahora sólo queda la huella de algo muy hermoso.
¿Cuantas estaciones habrán recorrido
estos desgastados zapatos?
¿Cuantos adioses habrá
guardado este alma despojada de sentimientos
en sus bolsillos rotos?
Al llegar la noche
el diablo se vestirá de hombre
y los recuerdos
se harán canción.
Despertar con la resaca del que anduvo por sórdidos callejones
inquiriendo, interrogando a borrachos sedientos,
a vagabundos anónimos,
preguntando por esa quimera con nombre de mujer,
Ítaca.
El traqueteo del tren
devuelve esa presencia incierta,
el fino hilo que zurce un amor
extraviado en el espacio.
El susurro de las hojas en otoño
acaricia la tibia realidad
y en la penumbra,
pienso que es tarea ardua aprender de quienes saben.
El mundo en transito camina
y es en aquella lóbrega estación
ausente de viajeros,
sin maletas que cargar
cuando al mirar atrás
y por un instante,
se vislumbra el enigma de la isla que todos buscamos,
y dejo de añorarla
para encontrarla en los versos
de este libro aún sin escribir.
El reloj marca la hora,
indicando el impasible
transcurrir del tiempo,
inagotable fuente de vivencias.
Llegar hasta ti, he aquí mi destino.
¿De donde partirá el tren
que me lleve a tu regazo?
recogen las pupilas un paisaje inédito,
aunque atrae a la mente retazos de antaño
que se pierden entre las brumas,
en el insondable pozo del tiempo.
Sentir el roce de tu esencia,
el choque de las miradas
sobre los acantilados de la pasión
en un instante inmemorial,
en un esbozo raído por el discurrir
frenético de varias vidas.
Ahora sólo queda la huella de algo muy hermoso.
¿Cuantas estaciones habrán recorrido
estos desgastados zapatos?
¿Cuantos adioses habrá
guardado este alma despojada de sentimientos
en sus bolsillos rotos?
Al llegar la noche
el diablo se vestirá de hombre
y los recuerdos
se harán canción.
Despertar con la resaca del que anduvo por sórdidos callejones
inquiriendo, interrogando a borrachos sedientos,
a vagabundos anónimos,
preguntando por esa quimera con nombre de mujer,
Ítaca.
El traqueteo del tren
devuelve esa presencia incierta,
el fino hilo que zurce un amor
extraviado en el espacio.
El susurro de las hojas en otoño
acaricia la tibia realidad
y en la penumbra,
pienso que es tarea ardua aprender de quienes saben.
El mundo en transito camina
y es en aquella lóbrega estación
ausente de viajeros,
sin maletas que cargar
cuando al mirar atrás
y por un instante,
se vislumbra el enigma de la isla que todos buscamos,
y dejo de añorarla
para encontrarla en los versos
de este libro aún sin escribir.
El reloj marca la hora,
indicando el impasible
transcurrir del tiempo,
inagotable fuente de vivencias.
Llegar hasta ti, he aquí mi destino.
¿De donde partirá el tren
que me lleve a tu regazo?
Zaramir. ©
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